Durante un arriesgado viaje, de Madrid a la frontera francesa adónde llevan a la princesa, Ana de Austria, para una boda con Luis XIII, rey de Francia, vamos conociendo la España del Siglo de Oro: como se viajaba, como vivía el pueblo llano, las horribles enfermedades que podía padecer la gente. El autor nos revela un conocimiento profundo de las costumbres de aquel tiempo, todo ensalzado con aventura, amor, corrupción, asesinato, robo y estafa. Se nos describe el reinado de Felipe III, el poder de su valido, El Duque de Lerma y el protegido de este, Don Rodrigo Calderón, Marqués de Siete Iglesias. También se nos presenta a sus opositores, el Conde Duque de Olivar, que ostentará el poder después de la muerte de Felipe III y la subida al trono de su hijo, Felipe IV.
“El reino de los hombres sin amor” es la tercera novela de un ciclo del escritor y licenciado en Geografía e Historia, con especialidad en Historia Antigua y Medieval, Alfonso Mateo-Sagasta, que empezó con “Ladrones de tinta” seguido de “El gabinete de las maravillas”.
El personaje principal de las tres historias es Isidoro Montemayor, un caballero culto y astuto que se nos revela héroe a su pesar y eterno aspirante a hidalgo.
Trasfondo histórico
El 9 de noviembre 1615 se celebró por todo lo alto el trueque organizado por las dos coronas europeas más potentes del aquel entonces, España y Francia. Ana de Austria e Isabel de Borbón, dos niñas de 13 y 14 años cruzaron el río Bidasoa a la altura de Behobia para celebrar sus bodas, respectivamente con el rey de Francia, Luis XIII, y la francesa con el príncipe heredero del trono español, Felipe. El intercambio de descendientes entre monarquías europeas era algo habitual, y frecuente la forma en la que se fundamentaba la política internacional. Pues la creencia de que la sangre creaba lazos fuertes y duraderos estaba muy difundida entre los monarcas europeos, sin embargo, los hechos desmintieron esta creencia más de una vez.

(6 de noviembre de 1615).
Sala Rubens, Museo del Louvre
La organización del acontecimiento fue una puesta en escena para dejar claro el poderío de los dos reinos. Se levantaron en las dos orillas del río edificios para las comitivas, y en medio se construyó una gran plataforma donde tuvo lugar el intercambio. Era importante que las dos princesas fueran trasladadas en barcas gemelas, y que la una no traspasase el lujo y ostentación de la otra para no romper el débil hilo del equilibrio diplomático. Hubo música e intercambio de regalos con toda la carga desbordante, excesiva y pomposa que las dos cortes acostumbraban a exhibir, rivalizando siempre, tanto en el campo de batalla como en la diplomacia. Importantes artistas de la época representaron la ceremonia del intercambio, Rubens con el cuadro, “El intercambio de las princesas de Francia y España”, que se encuentra en la actualidad en la Sala Rubens del Museo del Louvre. Fue un encargo de María de Médicis, la madre de la princesa francesa, para decorar el Palacio de Luxemburgo. Mientras Lope de Vega lo reflejó en su comedia cortesana ‘Las dos estrellas trocadas’.
Los matrimonios
De Ana de Austria, aunque pasó a la historia como una buena reina, no se puede decir que su matrimonio fuese feliz. Aunque aun no está probado, parece ser que a Luis XIII le gustaban más los hombres que las mujeres. El Rey la despreciaba por ser española y por ello enemiga de la grandeza de Francia. La consumación del matrimonio solo tuvo lugar 4 años después de la boda, y solo en 1638, veintitrés años después, dio por fin a luz a Luis XIV.
Instalada en el Palacio del Louvre, la joven princesa tuvo que enfrentarse a las intrigas de palacio de su suegra y el Cardenal Richelieu que le acosaban por su supuesta inclinación a los intereses españoles. Después de las muertes de su esposo y del Cardenal, Richelieu, Ana de Austria asume la regencia en medio de un periodo turbulento. Los rumores de su supuesto amorío con el duque de Buckingham quedaron reflejados en ‘Los Tres Mosqueteros’, que escribiría años más tarde Alejandro Dumas. Tuvo que dejar su actividad política por su enfermedad, fue la primera mujer de la que se sabe a ciencia cierta que murió por un cáncer de mama.
A la francesa, Isabel de Borbón, las cosas no le fueron mucho mejor. A su marido, Felipe IV, le gustaban tanto las mujeres, que tuvo 37 bastardos. Los 8 hijos del matrimonio tuvieron todos problemas de salud debido a la consanguinidad, mientras que los descendientes nacidos fuera del matrimonio crecieron sanos y robustos. Solo dos de sus hijos oficiales sobrevivieron: el infante Baltasar Carlos, que murió a los 17 años, y María Teresa de Austria que también esposaron con el rey francés, Luis XIV. Felipe IV tuvo que casarse por segunda vez con la que estaba destinada a ser la esposa de su hijo, Baltazar Carlos, su sobrina Mariana de Austria. De este matrimonio nació el príncipe Carlos, quien fue el último rey de los Habsburgo en España, Carlos II, también físicamente destrozado por los sucesivos matrimonios consanguíneos.